[DE: Alberto Luque]
Lo que dice
Josep Maria sobre la estrecha vinculación entre esta clase de pintorescas
chorradas y el aparentemente más serio tema del nacionalismo es tan cierto como
rotundo: no se produce lo uno sin lo otro; no es posible el catalanismo
“político” sin que en algún momento no se le levante un monumento al caldo
catalán; el idiotismo folclórico es el sustrato, el oxígeno, la razón de ser
del nacionalismo, y viceversa. En efecto, como dice Josep Maria con una
rotundidad que agradezco, gilipolleces de ese calibre son propias de esas
mentes enfermas a las que los términos “irracionalismo” y, sobre todo,
“espiritualismo” describen con toda precisión (N.B., mucho más “espiritualismo”
que “irracionalismo”, porque yo creo que la actitud irracionalista puede ser en
parte, y según las circunstancias, inteligente, desafiante, interesante, pero
el espiritualismo apesta siempre como una impostura, una debilidad o una
gazmoñería; ser espiritualista le convierte a uno, en el mejor de los casos, en
un buen salvaje supersticioso, y en el peor, en un hipócrita temible).