[DE: Raquel Holgado]
Hola a todos y qué majo JM Viola! está muy bien su mensaje y sus reflexiones acerca de la necesidad de precisión en relación con el uso del lenguaje. La verdad es que lo de la precisión está muy bien, la precisión del bisturí de un cirujano plástico (así entraba un chico encantador en el corazón de Fabio Mcnamara en una de sus canciones… la palabra “precisión” siempre me sugiere esta estrofa, no puedo evitarlo); eso: la precisión, lo justo, necesario, bueno… y podríamos cambiar el sentido a la frase y no pasaría nada: lo preciso es que la verdad está muy bien… lo verdadero: justo, necesario, bueno… nada, me he puesto a jugar un poco con las palabras, esos vasos comunicantes a golpe de asociar ideas. Esas asociaciones que motorizan a nuestra en ocasiones indomeñable y perversa imaginación. El lenguaje, eso que según JMV es el reflejo del pensamiento puede ser también, visto desde otro ángulo, el pensamiento mismo. Dicho de otra manera, el pensamiento es un lenguaje mudo hasta que le da por hablar, o escribir… El pensamiento es el lenguaje de lo íntimo, de lo desconocido hasta que no quiera ser pronunciado. Por otra parte quizá pensamiento-lenguaje sea la respuesta a algo mecánico y en ocasiones fisiológico que relaciono sobre todo con corrientes eléctricas, obstinaciones celulares varias y memoria concreta.
Hola a todos y qué majo JM Viola! está muy bien su mensaje y sus reflexiones acerca de la necesidad de precisión en relación con el uso del lenguaje. La verdad es que lo de la precisión está muy bien, la precisión del bisturí de un cirujano plástico (así entraba un chico encantador en el corazón de Fabio Mcnamara en una de sus canciones… la palabra “precisión” siempre me sugiere esta estrofa, no puedo evitarlo); eso: la precisión, lo justo, necesario, bueno… y podríamos cambiar el sentido a la frase y no pasaría nada: lo preciso es que la verdad está muy bien… lo verdadero: justo, necesario, bueno… nada, me he puesto a jugar un poco con las palabras, esos vasos comunicantes a golpe de asociar ideas. Esas asociaciones que motorizan a nuestra en ocasiones indomeñable y perversa imaginación. El lenguaje, eso que según JMV es el reflejo del pensamiento puede ser también, visto desde otro ángulo, el pensamiento mismo. Dicho de otra manera, el pensamiento es un lenguaje mudo hasta que le da por hablar, o escribir… El pensamiento es el lenguaje de lo íntimo, de lo desconocido hasta que no quiera ser pronunciado. Por otra parte quizá pensamiento-lenguaje sea la respuesta a algo mecánico y en ocasiones fisiológico que relaciono sobre todo con corrientes eléctricas, obstinaciones celulares varias y memoria concreta.
El tema de la
capacidad humana para el lenguaje articulado me parece fascinante; por lo visto
es una capacidad que se ha desarrollado en una parte concreta de un cromosoma
particular, muy particular. Un milagro para los que tengan fe y un handicap o
putada según registro para los que tienen ese cromosoma en mal estado; de
hecho, lo pudieron localizar estudiando una familia al completo, creo recordar,
que lo tenía especialmente perjudicado. Pero… sí, el lenguaje es algo así como
las vestiduras de la razón, de una razón que se supone más abstracta, más
ideal, más superestructural (como el alma), y que quizá no lo sea. Puede que
eso tan abstracto y mágico no sea más que la electricidad de la que hablaba
antes. También me inclino por lo que sugería Juan Ramón Jiménez en su
impactante poema. En él la razón, la inteligencia, aspiraba a ser la empleada
perfecta (ideal) de la búsqueda de esa verdad y precisión en el uso del
lenguaje. “Inteligencia” era a quien el poeta apelaba para obtener el “nombre
exacto (preciso, verdadero) de las cosas”. Daba la sensación de que realmente
personificaba a la inteligencia en una operación metonímica entre la
inteligencia misma y algo así como su alter
ego, su inteligencia, razón y verdad en potencia.
Por lo demás,
acercarse a la verdad es justo lo que hacía Viola en su escrito, es esforzarse
en analizar, ponerse la bata de ingenuo-puro-ciudadano-científico (apunto que
esto de la “bata” lo decía Roberto Fernández en su Intro a la Hª para referirse
a su “Científico Social” ideal, ese incorrupto ajeno e impermeable a los
“juicios de valor”) y diseccionar, observar, comparar, mezclar, probar!… ser un
filólogo-filósofo. El joven Nietszche, que tenía preparación y talento en todo
eso, escribió cosas interesantes al respecto en un pequeño ensayo que se llama
“El libro del filósofo”. Allí apuntaba que el lenguaje es un mero etiquetar, un
“mero”, no sé si en el sentido de simple o insignificante…, supongo que un poco
de las dos acepciones, puede ser que en el mismo sentido de “just”… y culminaba su construcción en la
maravillosa imagen de que el filósofo-artista era quien debía ir más allá con
este código arbitrario. Y hacerlo funcionar de una manera inédita, con unas aspiraciones
inéditas, universales. Y desde entonces, y antes, y “siempre” ha habido mucho
artista y mucho manager. Y pese a que nos gusta lo hermoso también nos fascina
lo irritante, aunque sea para criticarlo, para construir sobre ello, porque nos
estresa y por lo tanto nos entrena, nos mantiene vivos, dialécticamente
activos: en el mejor de los casos, humanos, tremendamente.
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