Presentación

Se ha hablado de “constelaciones filosóficas” (Konstellationsforschung) como una variante metódica de la “sociología de la filosofía”, terreno donde sobresale la magnífica obra de Randall Collins, Sociología de las filosofías.1 Con semejante metáfora simplemente se pretende una distinción o reconocimiento de un tipo de trabajo y de vínculos intelectuales y orgánicos que en sí mismos ya son un ejemplo de tales “constelaciones”.
Este sitio no guarda con esos trabajos más relación que la mera coincidencia onomástica, aunque podríamos añadir que también esos “estudios sobre constelaciones filosóficas” forman parte de lo que cabe en nuestro blog–Constelación como tema de debate.
Hemos preferido el singular. Bien pensado, el plural de los nombres colectivos es un abuso: si un rebaño es un montón de ovejas, los rebaños son montones de montones de ovejas, o sea, en suma, montones (más grandes) de ovejas… El plural “mundos” quizá no parezca tan inasible como el plural “universos”, porque, en nuestra ilusoria tendencia a creernos engrandecidos a fuerza de mirarnos el ombligo, se entiende que un “mundo” es poca cosa, porque es sólo “uno” y hay “muchos”, mientras que, en rigor, sólo hay un “universo”, y usar aquí el plural serviría para que el mismísimo Parménides se levantara irritado de su tumba (a lo sumo, podríamos ser indulgentes con las obstinadas e interesantes elucubraciones matemáticas de la Many Worlds Theory iniciada por Hugh Everett III).
Así que esa tendencia a pluralizar nombres colectivos (“multitudes”, “sociedades”, “mundos”…) revela una suerte de debilitación semántica. Es como nuestra tendencia a hablar de “miles de millones” o de “trillones”, etc., donde nuestros abuelos se habrían conformado con decir “muchos”, o a lo sumo “miles”, o “millones” los más exagerados.2 Antes, la palabra “millones” era tan contundente que podía valer como una perfecta asimilación a la abstracta y compleja idea de infinito. Hoy, en cambio, ocurre como en el conocido chiste de los vascos —por su fama de exagerados— que salen de un examen de matemáticas: “—Oye, Iñaki, ¿qué te daba el problema tres?” “—Infinito.” “—¿Sólo?” Total, que una “constelación” es poco sustantivo para lo que quizá sólo vincula a dos docenas de personas; nuestros abuelos se habrían entendido llamando a eso simplemente “idiotismos” (i.e. los chismes, tejemanejes, costumbres y manías de unos cuantos).
Pero volvámonos al sol de un lenguaje preciso: una constelación es ya un montón de mundos; no hay necesidad de exagerar con montones de montones. Recordemos la bella insinuación de Éluard: “Il y a d’autres mondes, mais ils sont dans celui-ci”. Recordemos también la interesante, aunque algo ingenua, idea de Arthur C. Clarke en El mundo es uno.3
Hay infinitas cosas de que hablar, pero todas tienen aquí un sitio, un lugar común.


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Las entradas de enero a junio de 2012 forman una selección de la etapa anterior a la creación del blog, en que se distribuyeron en una lista de discusión.


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1. Randall Collins, Sociología de las filosofías [1998], Barcelona, Hacer, 2005.
2. Cf. Carl Sagan, Miles de millones [1997], Barcelona, B, 1998; el título original es sólo ligeramente más exagerado, porque está duplicado: Billions and billions.
3. Arthur C. Clarke, El mundo es uno (1992), Barcelona, B, 1996.