11 de enero de 2012

RE: Polanyi


[DE: Víctor Bretón]

Sí, en efecto, La gran transformación es un libro de culto, de esos que no pasan de moda, que van más allá de la coyuntura en que fueron escritos y, en el caso que nos ocupa en particular, que han tenido menos reconocimiento explícito del que merecen. Digo esto, entre otras cosas, porque es anterior a los textos clásicos de Raúl Prebisch y los primeros cepalinos, considerados como poco menos que fundacionales en las interpretaciones sistémicas de nuestro querido sistema-mundo capitalista.
Me pasé muchos años predicando (con poco éxito, la verdad) las bondades de Polanyi, sobre todo resaltando su audacia y su valentía intelectual al enfrentarse (básicamente en sus textos de Comercio y mercado en los imperios antiguos) a la ortodoxia intransigente de sus colegas neoclásicos y marginalistas. Eso era cuando daba clases de Antropología Económica, una materia que, por desgracia, fue perdiendo estudiantado con el paso de los años hasta desaparecer como un azucarillo en un vaso de agua caliente…
Lo de Stiglitz es harina de otro costal. Un individuo que formó parte del staff del Banco Mundial (número dos de la institución y cheff-economist), espíritu del conocido como Post-Washington-Consensus (esto es, el intento de dar un barniz social a las políticas neoliberales amparadas por el Banco) y que, años después, se pasea por el orbe sentando cátedra contra la globalización neoliberal y con un caché (mínimo) de 5.000 dólares por charla, no me merece confianza ni para tomar café, esa es la verdad…
Gracias Alberto por los textos.
Saludos desde los Andes.
Víctor.

10 de enero de 2012

Polanyi


[DE: Alberto Luque]

Como os he prometido en diversas ocasiones, os envío el libro de Polanyi La gran transformación, y otros relacionados (la introducción de Godelier a Comercio y mercado…, el excelente ensayo de Burawoy sobre la confluencia entre el pensamiento de Polanyi y el de Gramsci, y otros). Víctor [Bretón] ya conoce bien la obra de Polanyi, y le merece la misma admiración, si no más, que a mí mismo; quizá encuentre interesante discutir a propósito del modo en que sus ideas son adheridas por Stiglitz, a quien no admira en absoluto.
Mi descubrimiento de Polanyi ha sido reciente; hasta hace muy poco, las referencias ocasionales de este autor en textos de antropología que habían caído en mis manos versaban sobre detalles intrascendentes que no habían suscitado mi curiosidad. Pero la última de estas referencias la he hallado en un libro tan peregrino como insultante: Los enemigos del comercio, de Escohotado, del que de momento sólo se ha publicado el primer volumen (Antes de Marx). Escohotado hace una referencia a Comercio y mercado…, sobre la que pasa como sobre ascuas, en su absurdo empeño en presentar a todos los críticos del liberalismo (o de la mercantilización) como fanáticos, moralistas, envidiosos o resentidos. Esta obra de Escohotado merecerá una severa crítica sólo si llega a publicar el segundo volumen.
Lo que ha despertado en mí un interés que hacía tiempo no sentía por ninguna nueva doctrina, ha sido el modo en que, a pesar de la parcialidad y hasta debilidad teórica —bien argumentada por Godelier— derivada de ignorar las contradicciones fundamentales de la economía capitalista, que no se dan en el terreno del intercambio, sino en el de la producción, me parece que Polanyi no contradice el marxismo —a pesar de sus ocasionales referencias al marxismo «vulgar», etc.—, sino que lo consolida y lo complementa. La oposición entre «sociedad» (o «sociedad civil», como en Gramsci) y «economía» es sin duda una enorme abstracción sociológica, pero muy manejable y útil. En vista de los aparentemente «espontáneos» movimientos de protesta y de resistencia ciudadana en todo el mundo, más que simbólicamente representados por el movimiento 15M, la idea de una contradicción entre el mismísimo «derecho a la vida» y la economía capitalista me parece que proporciona un lenguaje no sólo eficaz e inteligible en el terreno de la crítica socio-política, sino más eficaz e inteligible, por ser más humanitarista, menos áspero, que el lenguaje un tanto «terrorista» del marxismo clásico —un «terrorismo» en el sentido de una intolerancia lógica, científica, de una exigencia crítica radical, sin ambigüedades.
Tony Judt, desde posiciones en mi opinión demasiado testimonialistas, casi retóricas, e idealistas (en suma, tímidamente socialdemócratas), ha enfatizado la necesidad de un «nuevo lenguaje» para defender las perennes aspiraciones a una justicia social. Me parece acertado. No se trata, creo yo, de una nueva teoría social, sino de volver a hacer comprensibles y útiles ideas que fueron formuladas en otra época y en un lenguaje que a veces sólo parece comprensible para los historiadores. (Algo así como poder leer a Shakespeare traducido al español de nuestros días, y no al español del siglo xvii.)
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