10 de enero de 2012

Polanyi


[DE: Alberto Luque]

Como os he prometido en diversas ocasiones, os envío el libro de Polanyi La gran transformación, y otros relacionados (la introducción de Godelier a Comercio y mercado…, el excelente ensayo de Burawoy sobre la confluencia entre el pensamiento de Polanyi y el de Gramsci, y otros). Víctor [Bretón] ya conoce bien la obra de Polanyi, y le merece la misma admiración, si no más, que a mí mismo; quizá encuentre interesante discutir a propósito del modo en que sus ideas son adheridas por Stiglitz, a quien no admira en absoluto.
Mi descubrimiento de Polanyi ha sido reciente; hasta hace muy poco, las referencias ocasionales de este autor en textos de antropología que habían caído en mis manos versaban sobre detalles intrascendentes que no habían suscitado mi curiosidad. Pero la última de estas referencias la he hallado en un libro tan peregrino como insultante: Los enemigos del comercio, de Escohotado, del que de momento sólo se ha publicado el primer volumen (Antes de Marx). Escohotado hace una referencia a Comercio y mercado…, sobre la que pasa como sobre ascuas, en su absurdo empeño en presentar a todos los críticos del liberalismo (o de la mercantilización) como fanáticos, moralistas, envidiosos o resentidos. Esta obra de Escohotado merecerá una severa crítica sólo si llega a publicar el segundo volumen.
Lo que ha despertado en mí un interés que hacía tiempo no sentía por ninguna nueva doctrina, ha sido el modo en que, a pesar de la parcialidad y hasta debilidad teórica —bien argumentada por Godelier— derivada de ignorar las contradicciones fundamentales de la economía capitalista, que no se dan en el terreno del intercambio, sino en el de la producción, me parece que Polanyi no contradice el marxismo —a pesar de sus ocasionales referencias al marxismo «vulgar», etc.—, sino que lo consolida y lo complementa. La oposición entre «sociedad» (o «sociedad civil», como en Gramsci) y «economía» es sin duda una enorme abstracción sociológica, pero muy manejable y útil. En vista de los aparentemente «espontáneos» movimientos de protesta y de resistencia ciudadana en todo el mundo, más que simbólicamente representados por el movimiento 15M, la idea de una contradicción entre el mismísimo «derecho a la vida» y la economía capitalista me parece que proporciona un lenguaje no sólo eficaz e inteligible en el terreno de la crítica socio-política, sino más eficaz e inteligible, por ser más humanitarista, menos áspero, que el lenguaje un tanto «terrorista» del marxismo clásico —un «terrorismo» en el sentido de una intolerancia lógica, científica, de una exigencia crítica radical, sin ambigüedades.
Tony Judt, desde posiciones en mi opinión demasiado testimonialistas, casi retóricas, e idealistas (en suma, tímidamente socialdemócratas), ha enfatizado la necesidad de un «nuevo lenguaje» para defender las perennes aspiraciones a una justicia social. Me parece acertado. No se trata, creo yo, de una nueva teoría social, sino de volver a hacer comprensibles y útiles ideas que fueron formuladas en otra época y en un lenguaje que a veces sólo parece comprensible para los historiadores. (Algo así como poder leer a Shakespeare traducido al español de nuestros días, y no al español del siglo xvii.)
[…]

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