[DE: Alberto
Luque]
Me ha llegado
por tres vías diversas la noticia de este libro de Vicenç Navarro et al.
que os reenvío. Dos de ellas son destinatarios de esta lista: Josep María
Cuenca, que la tomó de La Lamentable (http://lamentable.org/?p=4456), y
María José Vilalta, a quien llegó por medio de otros con el expreso deseo de
que se propale.
He esperado a
leerlo antes de reenviarlo (junto con otro de Galbraith sobre el crash del 29),
para cerciorarme de que realmente podía ser importante, al menos desde mi
propio punto de vista. Y sí, lo es. Es no sólo crítico y acertado, sino además
muy divulgativo, muy sencillo, nada técnico.
Como veréis en
la página de La Lamentable y en otros lugares de la Red, ese libro lo
han puesto sus autores en el dominio público porque la editorial Aguilar
finalmente rechazó su publicación. Una suerte, la verdad. A estas horas es
posible que el libro haya llegado a muchísimos más lectores de los que habría
alcanzado con una edición en papel.
Chomsky ha
redactado el prólogo, en el que me ha conmovido ver dos especiales referencias:
(1) la idea de
una “guerra de clases unilateral”, que ya en 1978 denunció el dirigente
sindical estadounidense Douglas Fraser (p. 9), y
(2) la
referencia al 15-M (p. 11).
En efecto,
existe, siempre ha existido, una guerra de clases, farisaicamente negada por la
burguesía; y es que en parte tienen (ahora) razón los capitalistas: no hay una auténtica
lucha de clases, porque los pobres no están luchando contra los ricos, pero los
ricos combaten permanentemente contra los pobres, por más pasivos o inofensivos
que éstos se muestren. La guerra de clases es, pues, unilateral, como
decía Fraser. Y esto es una anomalía incluso desde el punto de vista puramente
natural: normalmente, cuando el enemigo claudica, ya no hace falta seguir
machacándolo; pero hay enemigos implacables, y los nazis practicaron por
deporte el exterminio de judíos aun cuando éstos se comportaron como borregos
inofensivos, o quizá, con más intensidad, porque éstos se comportaron como
borregos inofensivos. Cazar moscas debe de ser para muchos una actividad
preferible a la más peligrosa de cazar leones.
Esta anómala
asimetría de la lucha me hizo pensar un poco más en lo que Žižek comentaba
acerca del valor especial de la valiente postura de Robespierre, debida
simplemente a que él no temía morir, y en particular a la especie de
comparación que hacía con Mao, a propósito de su postura frente a la amenaza de
aniquilación total por guerra nuclear. Mientras que la URSS adoptó durante la
guerra fría una postura de prudencia, volcándose diplomática y tácticamente en
la lucha por el desarme, a Mao se la repamplinflaban los falsos argumentos
intimidatorios. Es evidente que era preferible para la URSS no haber de dedicar
tanto esfuerzo industrial a competir en la carrera armamentística, porque de
ese modo podría haber elevado sensiblemente el nivel de vida de las masas, y
generar así más adhesión social. Pero los argumentos esgrimidos en la palestra
diplomática internacional no eran éstos (que habrían hecho sonreír a los
imperialistas, que justamente querían eso, estrangular a su enemigo), sino el
del peligro que una acumulación de armas de destrucción masiva suponía para la
existencia misma de la humanidad. Pero ¿qué podía importarle a los escorpiones
imperialistas la existencia de esa bondadosa rana llamada “humanidad”? Para
ellos, ese argumento del peligro de extinción completa sólo tenía un valor
intimidatorio. Es como cuando vienen a avasallarnos una pandilla de gánsters
(como en Los siete magníficos), y la mejor estrategia que uno encuentra
para afrontar la situación es no rebotarse, no armarse contra ellos, porque eso
será peor, una escalada de violencia, etc., etc. A los gánsters les debe
confortar esa lógica. Mao, en cambio, que como Robespierre no tenía miedo a
morir (a diferencia de los judíos frente a los nazis), escogía el “mal peor”:
si tenemos que desaparecer en una confrontación nuclear universal y definitiva,
así sea; total, nada dura eternamente, y lo que en especial no quiero que dure
es una vida en que se me ofende, se me humilla y se me intimida.
Lo que Mao
planteaba respecto a la fanfarronada imperialista de la guerra nuclear total es
lo que la población actual debería plantear frente al “argumento” disuasorio de
que una política socialista causaría el hundimiento del sistema financiero.
Precisamente, pues que se hunda. ¡Y a mí, qué! Ese sistema financiero no es
algo que me produzca ninguna felicidad. Hace unos días me sorprendió
(gratamente) oír de labios de una persona querida, pero cuyas ideas conservadoras
y su moderación son casi innatas, afirmar que el escándalo de la “crisis
financiera” y todo lo que acarrea es tal que habría que hacer borrón y cuenta
nueva, así de claro, empezar de cero, destruirlo todo, absolutamente todas las
bases de nuestra “civilización” y empezar de nuevo.
Me pregunto
qué es lo que nos acobarda, lo que nos frena. ¿Por qué no somos tan valientes
como Robespierre o Mao? ¿Por qué nos dejamos intimidar? ¿Por qué, como en el
chiste del jorobado, sólo esperamos quedarnos al menos como estábamos? Somos
todos unos pobres Hamlets atrapados en la obsesiva reflexión sobre el futuro,
el sueño o la pesadilla de la muerte, la “conciencia que hace de todos unos
cobardes”. Y así seguimos consintiendo, cada vez menos dosificadas, más brutales,
unas cotas de crueldad intolerables que parecen siempre ocurrir lejos, en otra
parte, esperando que no nos atrapen, para lo cual no hallamos mejor remedio
que, como Charlot, cerrar los ojos para escondernos.
La otra
referencia de Chomsky, al 15-M, me ha parecido también muy importante. Uno de
los más grandes sabios mundiales, ciudadano del país más poderoso de la Tierra,
no tiene mejor referente actual de resistencia que mencionar que el 15-M, un
movimiento surgido casi casualmente en Madrid (ciudad que posiblemente algunos
americanos no sabrán situar en el mapamundi), cuando aquí mismo, en España, se
nos intenta persuadir de que ese movimiento no significa nada o no tiene ningún
futuro.
He hecho
cientos de anotaciones en el libro de Navarro, Torres y Garzón, sobre todo en
relación con las doctrinas de Polanyi, Keynes y Galbraith. Las iré planteando a
medida que tenga tiempo de ordenarlas. Creo que este libro puede ayudar mucho a
tomar conciencia, a comprender, a discutir y a decidir. Y creo también que es
importante propalarlo, enviarlo a otros conocidos mediante el correo-e.
[…]
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