14 de mayo de 2012

La violencia y el lenguaje


[DE: Alberto Luque]

No puedo dejar de reconocer con cuánta razón, surgida directamente de una bondad que conozco, ha hablado José Ramón respecto al indeseable lenguaje agresivo que he usado, y también respecto a la seguramente odiosa figura de Mao.
Bueno, la verdad es que yo nunca he sido maoísta ni me había interesado mucho por la figura de Mao, ni como teórico ni como político, hasta hace muy poco. No estoy tan seguro de que fuese, como todo el mundo dice sin paliativos, y como José María remarca, un asesino indistinguible de Hitler o de Mussolini. Aunque no creo que fuese tan angelical como Robespierre, pienso que posiblemente la leyenda negra que le hace parecer un sanguinario terrible sólo se deba a esa especie de contrarrevolución que, tras la depuración de la famosa Banda de los Cuatro, acabó con todas las expectativas de la revolución cultural (que en opinión del propio Mao no era una atrocidad completa, sino algo así como un 70% de cosas buenas y un 30% de cosas malas —lo que, en comparación con el 100% de mierda pura en el antiguo régimen, o el porcentaje algo menor típico de los países capitalistas, era, de ser cierto, un buen promedio de progreso). Lo más sospechoso de esa historia negra es que coincidan las denuncias que el “mundo libre” ha hecho de las atrocidades socialistas en China, justamente con las acusaciones que los dirigentes que sucedieron a Mao hicieron contra sus antiguos seguidores, y casi explícitamente contra el mismo Mao.
De todos los grandes dirigentes comunistas del siglo xx, sólo Stalin me parece el producto acabado de la vesania, la estupidez y la deshumanización, de la corrupción y la traición a casi todos los principios no sólo socialistas, sino simplemente racionales. Pero no me parece que éste fuese también el caso de Mao. Tampoco es algo que me inquiete mucho. Mi ejemplo no pretendía presentarlo como “modelo” ni de alta moral ni de socialismo auténtico, sino de actitud valiente, genérica, frente a una intimidación; es decir que sólo pretendía aquilatar las reflexiones de Žižek al respecto. El hecho de que la figura de Mao pueda juzgarse desfavorablemente desde otros muchos ángulos no es para mí un impedimento para tomarlo como modelo de otras actitudes completamente lógicas.
De haber tenido que escoger un modelo de persona buena, habría tomado al propio José Ramón, si lo conocierais tan bien como yo. Pero insisto en que no se trataba de eso. Aunque la comparación haga pensar en violencias terroríficas, yo sólo la usaba como metáfora para referirme a la valentía que el 15-M demuestra en términos de resistencia (que es lo que yo también me atrevo a llamar violencia, o si queréis, contraviolencia). Lamento que mis ejemplos sugieran la matanza. Lo que yo quería sugerir es algo que, con mayor fortuna, dijo un médico en la manifestación del pasado sábado: “Hace un año que perdimos el miedo, y ya no lo vamos a recuperar nunca.” Ahí está, que se quede perdido para siempre.
El tipo de valentía a que me refiero no es una valentía muscular, de combate físico, sino una valentía intelectual, o si se quiere moral. Ni más ni menos que la de economistas como Navarro y Cía, cuyo lenguaje es por lo demás de tipo conciliador, reformista, moderado, etc. Yo simplemente advierto que contemplo las cosas con la perspectiva olímpica desde la que la juzgan los imperialistas, quienes no se engañan ante la forma moderada, pacífica y racional en que el 15-M o estos economistas discuten el sistema. Tarde o temprano incrementarán las dosis de represión brutal para evitar todo poder alternativo, todo orden social alternativo. Si llega el momento en que una fuerza social progresista, como el 15-M por ejemplo, adquiera la hegemonía y tome el mando político, será posible y deseable que esas reformas se hagan sin violencia sanguinaria, porque los banqueros y adláteres que se opondrían carecerían de fuerza suficiente.

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