[Artículo originalmente publicado el 14 de septiembre en La Lamentable (lamentable.org).]
No soy masoquista —lo juro— aunque entiendo que mi
credibilidad parezca
escasa ante lo que voy a decir tras el siguiente punto y seguido.
Admito que el pasado 11 de septiembre me tragué enterita la fascinante
retransmisión que la televisión pública catalana hizo de la
manifestación independentista de Barcelona. Que una televisión pagada
por todos los administrados de un país se ponga con total desvergüenza
al servicio de un proyecto político —la así llamada construcció
nacional— que ignora por lo menos a más de la mitad de esos administrados resulta
alucinante y deprimente; si bien no es más alucinante y deprimente que
escuchar en boca de muchos supuestos progres debidamente subvencionados (o atemorizados) que TV3 es un canal serio y objetivo. Y esto se escucha todos los días y, sin duda, se seguirá escuchando.
Pero no es de la enésima sesión de adoctrinamiento y
reeducación perpetrada por TV3 de lo que quiero hablar aquí. Ahora que
Catalunya está a punto de alcanzar su plenitud, tan sólo quiero decir a
vuelapluma algunas cosas acerca del acceso a la Arcadia cuatribarrada,
ya que la comunidad nacionalista catalana habla de la Arcadia pero
todavía no ha dejado nada claro cómo espera llegar a ella. Aunque hay
que admitir que Lluís Llach, mediante un esfuerzo intelectual que en un
talento mediocre habría supuesto la muerte súbita por derrame cerebral,
declaró a su tele en plena manifestación que la masiva congregación
neoestatalista brindaba “un mapa de carreteras” (sic).
No está mal: al menos ahora sabemos que a la Arcadia catalana
llegaremos en coche.
Tras las consultas sobre la independencia llevadas a cabo meses atrás
en muchas localidades catalanas, quienes las lideraron padecieron un
acceso de euforia que les llevó a afirmar que el 20% de la población
estaba a favor de la independencia. Algunos de esos líderes,
sugestionados por el hipnótico caliu
de TV3, incluso proclamaron que España tenía un problema: ese 20%. Yo
soy de letras, pero creo que no incurro en un disparate si sugiero que
el problema más bien lo tenían los patriotas convocantes y que
consistía en el 80% de ciudadanos que pasó olímpicamente del tinglado
patriotero. Visto el éxito del asunto, el pasado mes de marzo se
constituyó la Assemblea Nacional Catalana, a la cual le faltó tiempo
para hacer saber que si no se convocaba un referéndum habría que
plantearse de inmediato una declaración unilateral de independencia. En
este y entre otros mil detalles se comprueba hasta qué punto son
integradores y respetuosos con los catalanes que no son nacionalistas
los miembros de la mencionada Assemblea.
Por supuesto, en esa hipotética convocatoria nada tendría
que hacer ni que decir la población española no catalana. Invertir esa
visión del asunto invita a cavilaciones muy amenas. Voy a exponerlo en
forma de erotema: si una colectividad quisiera formar parte de otro
país, ¿bastaría con que los miembros de aquélla votaran a favor de su
integración en ese otro país para alcanzarla?
Una secesión cualquiera (y particularmente la de Catalunya,
cuya ciudadanía presenta una heterogeneidad social, genealógica y
lingüística muy acusada) sólo debería plantearse si todos los
ciudadanos del conjunto del país afectado pudieran manifestarse y sólo
debería producirse si los secesionistas contasen con una amplísima
mayoría partidaria de la separación. De lo contrario la
irresponsabilidad de los promotores de la independencia sería
insuperable, puesto que expondrían a su querida patria a una
insostenible división en dos mitades prácticamente iguales entre sí en
términos cuantitativos. Sin embargo, dado que los patriotas catalanes
se atreven con todo, algunos de ellos ya han afirmado públicamente que
para lograr la independencia basta con el 51% de los votos. Lo que no
dicen es que, si vencen en un referéndum aunque sea por la mínima y de
penalti injusto, la independencia será ya “eterna”, of course. Pero
cualquier individuo sensato sabe muy bien que, si pierden, pedirán sin
descanso nuevos plebiscitos hasta conseguir su objetivo. Lo cual revela
su verdadera naturaleza democrática: los nacionalistas aceptan las
decisiones de la mayoría siempre y cuando la mayoría victoriosa sea la
suya.
La manifestación del pasado 11 de septiembre es
desmoralizante si uno se interroga acerca de la inteligencia social,
pero también resulta pintoresca en no pocos aspectos. Bastaba con ver y
escuchar las declaraciones de algunos de esos ciudadanos llamados
“anónimos” (¿no tienen DNI?, ¿cómo se identifican entre ellos?),
exultantes ante los micrófonos de TV3 como un escolar obteniendo un
autógrafo de Messi, para constatar la pueril consistencia de las
motivaciones que condujeron a muchos a fundirse en la concentración
soberanista. Demasiados gregarismo, irracionalismo, narcisismo… Un
perfecto espectáculo debordiano, pura mercancía publicitaria. No pocas
de las personas que asistieron a la manifestación delimitadora de un abans
i un després
en la Catalunya catalana no dudarían ni un segundo en bunkerizarse en
sus casas ante la mínima amenaza de perder un solo euro de sus
bolsillos o un electrodoméstico de sus cocinas por defender su patria y
su indigente concepción de eso que llaman identidad, cultura o lengua.
Si bien mucho más lamentable resulta que ciertos dirigentes
supuestamente de izquierdas, tipo Joan Herrera o Joan Josep Nuet,
asistieran a la manifestación y participasen como tristes comparsas en
el show sutilmente etnicista del 11 de septiembre. Precisamente en sus abuelos
políticos hay que buscar una buena porción de la responsabilidad de que
hoy el nacionalismo goce de tanto predicamento en Catalunya. Porque el
origen del prestigio y de la expansión del nacionalismo catalán, así
como del vasco, hay que buscarlo en la izquierda antifranquista, sin
que decir esto signifique dejar de reconocer la generosidad y las
buenas intenciones que muchos de sus miembros demostraron y, en algunos
casos, pagaron muy caras. Pues si bien es cierto y loable que la
izquierda antifranquista fue capaz de formular propuestas integradoras
como por ejemplo la hoy volatilizada de Paco Candel, no es menos cierto
que también contribuyó a naturalizar como progresistas las posiciones
de los nacionalismos que tras la muerte de Franco se mostrarían más
desleales y obstaculizadoras de un proyecto democrático común
mínimamente decente.
Pretender aunar la conciencia social con cualquier
modalidad de nacionalismo es como pretender hacer compatibles las ideas
de Ptolomeo y las de Copérnico. Ninguna izquierda hará nada realmente
emancipatorio en Catalunya si no se desprende antes de su vinculación
al proyecto nacionalista, que por lo demás está en manos de una clase
social que lejos de aspirar a reducir las desiguladades y el
sufrimiento social no cesa de promoverlos con sus iniciativas políticas
y económicas y con sus deletéreas ideas.
Nunca en su historia Catalunya ha gozado de una situación
como la actual (TV3, inmersión lingüística, competencias en educación,
salud, policía…), pero de nada ha servido. Y el hecho de que, a pesar
de su situación privilegiada en muchos sentidos con respecto a otras
regiones de España, la idea de que es expoliada y pisoteada
constantemente por “Madrit” (¿qué pensaría un palestino de semejante
victimismo?) no haya dejado de ganar adeptos en los últimos lustros
conduce por fuerza a admitir que el delirio político, de momento,
progresa adecuadamente en mitad de una omertà vergonzosa. El último ejemplo lo ofreció con el descaro habitual el
señor Artur Mas al día siguiente de la gran marcha a la Ciutadella. Ni
corto ni perezoso, dijo que había que dotar a Catalunya de estructuras
de estado para así llegar a la soberanía absoluta, y que el primer paso
en esa dirección consistía en conseguir el pacto fiscal, ese espejismo
retórico. Dicho de otro modo: Fulanito anuncia que tiene pensado matar
a Menganito pero considera que aún no dispone de la fuerza suficiente
para hacerlo. Acto seguido Fulanito le pide un cuchillo a Menganito y
le hace saber que lo va a utilizar para matarlo cualquier día de estos.
Sin duda, los nacionalistas son gente encantadora.
Querido Josep Maria,
ResponderEliminarAprovecho mi insomnio y que acabo de ver publicado también en Constelación tu artículo para contestar el comentario que me hiciste al hilo de mí último texto en este blog. Hacía semanas que frecuentaba sin fortuna La Lamentable con la esperanza de encontrar algo tuyo. Tu texto sobre esa “gente encantadora” (y completamente reencantada, si es que algún día dejó de estarlo) me ha parecido brillante y preciso, sintetiza muy bien lo que pensamos muchos catalanes sobre la cuestión del nacionalismo. Son deprimentes e incluso provocadoras las mentiras de esos fanáticos. Sus sofismas y su capacidad de manipular con todo el descaro del mundo no tiene límites: hablan de la voz del pueblo catalán (“el pueblo ha hablado”, ¡menuda prosopopeya! ¡menuda cara tienen!). ¿Pero qué es el pueblo? Es el pueblo hipostasiado, sustantivado. Metafísica de la buena, sí señor. Aunque hubieran salido a la calle los dos millones que decía el pariente de Sylvester Stallone… ¿qué pasa con los cinco millones de catalanes restantes? No son auténticos catalanes, es evidente. Esta mañana tomando mi café reglamentario en el bar casi me caigo de culo hojeando La Vanguardia. A toda página: “Consigue con La Vanguardia el DVD del 11 de septiembre”. El título de la película: “Jo hi vaig ser. Les imatges d’un dia que no oblidarem.” Lo más llamativo era que en la foto del vídeo salía en grande la cara de un niño pequeño rubito, superpuesta con el fondo de la marea de manifestantes que asistieron a la “Marcha sobre Barcelona”. Todos sabemos a qué nos recuerdan estas estampitas mostrando niños rubios con cara angelical. No soporto estas estrategias propagandísticas. Esta noche me he tragado entero el ‘Gran debate’ de Tele 5 sobre el asunto de Cataluña y la independencia. Ha sido interesante, la verdad. Me duele decir, pero lo tengo que decir, que han sido los contertulios de derechas del PP, y algún otro, como Albert Rivera, los que han dado los argumentos más racionales e impepinables sobre esta cuestión. Los otros (también de derechas) no han dado ni un solo argumento serio. Por cierto, el señor Santiago Espot es un completo imbécil. Mas todavía más. Mas dice que está orgulloso de la manifestación porque fue “pacífica” y “no iban contra nadie” (sic). Sobre el pacifismo, qué decir, típico de los “demócratas” que entienden la violencia únicamente como violencia física; así permiten por ejemplo la existencia institucional de partidos “proetarras”, con sus discursos de odio y rencor... pero mientras no cojan las pistolas eso no es violencia. Respecto a que “no iban contra nadie”... o el señor Mas es muy tonto o se ríe de nosotros.
Hasta un niño sabe que no hace falta salir con una pancarta que rece “contra la monarquía” para dar a entender que se pide la abdicación inmediata del rey; basta salir con una bandera republicana. Si expongo esvásticas nacionalsocialistas u otros símbolos afines estoy diciendo implícitamente: “odio los judíos, la democracia, los comunistas, &c.” Del mismo modo, toda la gente que salió en Barcelona pidiendo la independencia estaba atacando directamente a España y a los españoles. Por cierto, que alguien le diga a esa momia andante de Pujol que se vaya a un geriátrico. Lo más emotivo de todo, no obstante, es el mensaje del progre Guardiola: “desde Nova York, aquí en teniu un més”. Éramos pocos y parió la abuela… Yo como barcelonista le agradezco los títulos, su buen hacer en ese ámbito y tal y cual, pero… ¿por qué no desaparece de una vez por todas? Volvamos a ese ser esquizofrénico llamado a veces Arturo Mas, a veces Arturo Menos. Jekyll pide un pacto fiscal, Hyde pide la independencia. No; quizá no sea un esquizofrénico, quizá sea un cínico. La metáfora final de tu artículo, Josep Maria, no puede ser más certera, a pesar de que a la nacionalista ofendida le disgustara. También recomendaría a los nacionalistas un curso acelerado de lógica para que distinguieran entre “todos” y “partes” y esas cositas raras. El argumento que esgrimes no puede ser más claro: “Por supuesto, en esa hipotética convocatoria nada tendría que hacer ni que decir la población española no catalana. Invertir esa visión del asunto invita a cavilaciones muy amenas. Voy a exponerlo en forma de erotema: si una colectividad quisiera formar parte de otro país, ¿bastaría con que los miembros de aquélla votaran a favor de su integración en ese otro país para alcanzarla? Una secesión cualquiera (y particularmente la de Cataluña, cuya ciudadanía presenta una heterogeneidad social, genealógica y lingüística muy acusada) sólo debería plantearse si todos los ciudadanos del conjunto del país afectado pudieran manifestarse y sólo debería producirse si los secesionistas contasen con una amplísima mayoría partidaria de la separación.” Nada de nada. Como si lloviera. Ellos siguen en el subjetivismo más recalcitrante; se quedan con su voluntad y su sentimiento y creen que con eso basta. “¡Es que me siento catalán!” exclaman algunos fuera de sí; pues muy bien, “¡y yo me siento registrador de la propiedad!”, que decía el otro. O dicho de otro modo: “¡Es que no me siento español!”, pues estupendo, como si yo digo que “¡no me siento terrícola! ¡qué me siento marciano!”. Pues oiga usted, por muy cazurro que se ponga ha nacido en la Tierra y no en Marte, ¡ya lo siento! Es un subjetivismo voluntarista de lo más horroroso; no se percatan de que cuando uno nace lo hace inserto en unas estructuras muy complejas que le desbordan, que le trascienden y que organizan su vida (e incluso su muerte), como pueda ser un Imperio, un Estado o una sociedad determinada. No digo que no se puedan cambiar las cosas, pero no desde el simple voluntarismo sentimentalista del “yo me siento” y “yo dejo de sentirme.” Además, hay proyectos tan irracionales que hay que frenarlos incluso por la fuerza si es necesario. Siento ponerme serio a última hora, pero es cierto, “como nos descuidemos, pronto abrirán una embajada del nuevo Estado en Albacete.” Hay muchos catalanes que están callados y van tragando saliva, hay otros —como yo mismo— que ya se han hartado de la intimidación, del qué dirán y de si serán rechazados socialmente por ese grupo de talibanes. Se está abriendo una brecha, un conflicto social que puede tener serias repercusiones, y la irresponsabilidad de algunos políticos en este asunto —pero de toda la gente implicada en general— es imperdonable. Puede que la independencia de Cataluña siga siendo sólo una amenaza, pero cada día se torna más un peligro.
ResponderEliminarEn fin, gracias de nuevo por tus palabras, por tu magnífico artículo y por formar parte de este baluarte de la racionalidad. Un fuerte abrazo.
En efecto, hay acciones tan amenazadoras, irracionales y agresivas que es necesario frenarlas por la fuerza, si se posee, o con toda la fuerza que se posea. Si se trata de combatir ideologías u opciones políticas, queda fuera de toda duda, para la mayoría, que el mecanismo más eficaz de hacerlo es mediante la lucha dialéctica, amparada por las estructuras democráticas que se han ido logrando a lo largo de prolongadísimas luchas. Paradójicamente, estas luchas por la instauración de un régimen social en que se pueda combatir libre y dialécticamente, sin violencia física, han sido ellas mismas luchas físicamente violentas, y hasta sangrientas. De ahí la necesidad de relativizar o comprender dialécticamente eso de la “violencia”: (1) por un lado existe violencia no sólo cuando hay encuentros física y fisiológicamente erosionantes, sino también cuando hay intimidación; de ahí que incluso una ciencia tan prudente y abstracta como la del derecho tenga que incorporar en su tipificación de delitos cosas como la “crueldad mental”, o el insulto y la difamación, o las amenazas; (2) por otro lado, hay amenazas que en un principio sólo se muestran como “opiniones” más o menos odiosas, como esta del catalanismo, y que no obstante se dirigen a una confrontación incivil y delictiva sin paliativos. Las leyes fundamentales de cualquier país, para no ser repudiadas, resistidas, y por tanto ineficaces, deben coadyuvar a garantizar la paz y la seguridad, los derechos individuales y sociales, etc.; legitiman la acción policial, el socorro a los necesitados, el ejercicio de los derechos fundamentales (educación, sanidad, etc.), y la defensa del territorio nacional y de su unidad; sólo si nada amenazase la paz y la seguridad nacional podría un Estado prescindir de un ejército. Cuando una fracción cualquiera, por numerosa que sea, de un país pretende desmembrarlo, trazar fronteras donde no las había, amenaza la paz, sembrando la discordia, ni más ni menos que si pretendiese invadir el territorio de otro Estado. Por más intensos que sean sus deseos secesionistas, son tan ilegítimos, ilegales y violentos como los de un ladrón o un homicida cuyas inclinaciones irreprimibles le impiden respetar la ley.
ResponderEliminarPese a todo, las leyes cambian y se combaten, cuando no se ajustan a los intereses razonables y comunes, cuando en lugar de garantizar el orden social contribuyen ellas mismas a la desigualdad, la injusticia y la discordia. La contestación en este caso sería una consecuencia “lógica”, “racional”. No es como la contestación de los delincuentes. ¿De qué tipo es la resistencia a las leyes que ejercitan los separatistas? Del tipo de la de los delincuentes. (1) Formalmente, porque amenazan el derecho de los ciudadanos de un país a seguir siendo protegidos por su Estado, en su integridad territorial y en la continuidad legal y política de sus instituciones democráticas costosamente conquistadas. Y (2) sustantivamente, porque sus propósitos se fundan en mentiras delirantes.
Aquest tema sens dubte no deixa indiferent a ningú i genera “acalorades discussions”. No comparteixo el que s'expressa en aquest artícle, el que no vol dir que algunes observacions no siguin agudes i meritòries, més bé la diferència està en els àmbits que es destaquen. He despedaçat per temes per facilitar la lectura, als que us interessi agafeu-lo amb calma.
ResponderEliminarL’article d’opinió citat, totalment subjectiu i amb to que supera la crítica per anar-se’n a un camp despectiu, tractan de indigne, indigent, irrespetuós, doctrinari e indecència (ni m’invento ni manipulo, simplement agafo paraules que empra l’autor en el text, no les cito per no allargar la meva intervenció però les tinc a la butxaca) ademés de deixar per la posteritat aquetsa perla: “La manifestación del pasado 11 de septiembre es desmoralizante si uno se interroga acerca de la inteligencia social”. S’en desdiu clarament el ideari del son imbècils els que no pensen com jo. “Indigente concepción de eso que llaman identidad, cultura o lengua” sense comentaris…
Anant per temes. Televisió i propaganda. Veig que es el punt que més us ha cridat l’atenció. A la societat en que vivim tot es màrqueting, és innegable, i això demostra una gestió publicitària de caire economicista de la política que te molt a veure amb la societat de mercat en que vivim. Un tret identitari. Les televisions regionals mostren més que un adoctrinament –tot i q hi ha partits polítics darrere- una cosmovisió de la realitat pròpia des de cada territori –que evidentment no es homogenea.
Tema majories. En una democracia amb un 30% de vots totals un partit obté majoria absoluta, seguint la dinàmica que hi ha en aquesta societat de marginalitzar els no-vots. Un 20% en un referéndum no-vinculant crec q es un resultat electoral suficientment lloable. Un tema ancestralment històric com aquest hauria d’ésser tractat sense tabús en societat democràtica, cosa que no s’ha fet i que genera crítiques a la pròpia democraticitat de la societat. Car a dir, sóc molt crítics amb el carácter democràtic dels constitucionalismes conservadors (implantació d’una constitució i les trabes polítiques per a canviar-les). Matiso d’altra banda que comparteixo l’afirmació de Henrik Ibsen, la majoria no comporta necesariament raó, no obstant, es el mitjà emprat per solventar els problemas sense arribar als punys.
Después l’autor critica la pèrdua del “prestigi” de la causa, guanyat a la lluita antifranquista, i el “carácter integrador” del projecte polític independentista (i empro aquest terme enlloc de “nacionalista” ja que considero que això es una lluita política i dialèctica entre dos nacions, tot i que sembla que les polítiques de la únitat d’Espanya no siguin nacionalistes). Per a mi aquest punt relata una mala lectura històrica per part de l’autor. A la República es va plantejar un projecte federal, segat pel franquisme, i a la transició es reprèn aquest procés pero molt més Light: café per a tots. Ara no tindrien Estatut els territoris que ho solicitaren (Catalunya, Pais Basc, Aragó i Galicia, per aquest ordre), sino tots, generant un despilfarrament econòmic important i clarament visible 30 anys després (més diputacions, personal polític, etc.). Considero amb el fracàs rotund i absolut d’aquest projecte nacional d’articular el territori que son les Autonomies, ha generat una despesa econòmica crec que inargumentada i a sobre no ha aportat una desposta integradora al problema plurinacional d’Espanya.
ResponderEliminarJo no m’he sumat a l’independentisme pel tema econòmic, com tanta gent, sóc un “camisa vieja” en aquest aspecte jeje. Crec que s’ha intentat donar un argumentari que no es el real. Cert que el Pacte Fiscal no es heterogeni amb tots els territoris, però la bonança econòmica no vindrà de la independencia a Catalunya sino d’una bona gestió de les arques públiques (com a la resta d’Espanya). Per mi i per molts, el motiu únic i vertader és purament identitari, no ens sentim espanyols, estem farts d’escoltar projectes i veus homogenitzadores provenents del nacionalisme espanyol. Històricament s’ha apostat per vies federalistes (model anglès) que son inviables en aquest país per la persistència tant en dictadura com en democràcia de la “unitat indivisble de la pàtria”, per que certament aquest a estat un tema totalment tabú. Mai s’ha oferit una solució integradora desde Espanya i en situacions de crisi històrica han revifat. Fou al 1931, al 1978 i és ara al 2012 anb aquesta crisi del sistema democràtic actual.
Bé, ja he dit la meva, una abraçada a tots!
Benvolgut Xavi,
ResponderEliminarEn primer lloc, agraeixo els teus comentaris i la decisió de fer-los a “Constelación” i em prenc tot plegat com una invitació al debat des d’idees oposades. Acte seguit no puc dir cap altra cosa que no sigui reafirmar-me en tot el que deia en el meu article i mirar de respondre, punt per punt, els teus comentaris al meu text.
És evident que et resulten desagradables (per dir-ho suaument) les meves valoracions sobre la manifestació de l’11 de setembre passat, i particularment la meva referència a la depressió a què convidava l’esmentada manifestació pel que fa a la intel•ligència social (per molt que facis servir l’expressió “sense comentaris” després d’haver-ne deixat anar uns quants). Bé, el que penso és que n’hi havia prou amb fer com jo vaig fer -veure la retransmissió de TV3- per constatar fàcilment i objectiva que el nivell d’anàlisi política i d’exposició de motius per a l’assistència a la manifestació de moltes de les persones que hi van participar brillava per la seva absència (per cert, si algú vol comprovar-ho que tingui en compte que "La Vanguardia" en regala el DVD). Eslògans i efusions sentimentals a balquena i ni un sol argument, això és el que en substància es veia i s’escoltava a través de TV3. Però també es va poder escoltar, per exemple, un clam (paraula de moda a casa nostra) al qual no fas referència, el ja clàssic: “Boti, boti, boti, espanyol el que no boti”. El súmmum de la vocació democràtica, respectuosa i gens “antiningú” de bona part dels manifestants.
En tot cas, la depressió pel que fa a la intel•ligència social derivada de la manifestació era prèvia a la memorable emissió de TV3, perquè la garantia de la depressió residia en la mateixa convocatòria, fonamentada en una mentida rotunda rere una altra barrejades en un magma ideològic difús secundat amb els sentiments i no amb el cap: la condició mil•lenària de Catalunya (no sé per què no es parla directament de la Catalunya “cromanyònica”), la idolatria cap a un personatge d’integritat patriòtica i moral ben discutible com Rafael Casanova, el reciclatge del 1714 com una guerra d’independència quan el que en realitat s’hi va dirimir era la tria d’un monarca espanyol i no català, l’essencialització d’una llengua que a la comunitat valenciana i a les Balears es va implantar per la via de la imposició i del genocidi físic, la imaginativa percepció de la Catalunya actual como una colònia, la falsedat numèrica i argumental de l’expoli fiscal. En fi... Hauria d’afegir: “sense comentaris”?
Mai no he discutit ni discutiré el dret de tothom a defensar el que vulgui, sempre i quan, és clar, es garanteixi alhora la possibilitat efectiva de discrepar. En conseqüència, les persones que es van manifestar l’11 de setembre tenen tot el meu respecte individual, però no el tenen les seves idees des del moment que es basen en mentides i en excitacions sentimentals alienes a la veritat i promocionades a la categoria de naturals, malgrat que són merament ideològiques i gregàries. Perquè, al capdavall, l’única motivació respectable i no contaminada per fal•làcies subtils o descarades que poden esgrimir els nacionalistes catalans és que els fa il•lusió tenir un estat propi, “tout court”. També respecto les il•lusions de tothom, però a condició que presentin una mínima correspondència entre el desig i la realitat. Per trencar un país, amb totes les conseqüències previsibles i imprevisibles que se’n puguin derivar, em sembla que cal alguna cosa més que la gràcia privada, individualista, que els fa a alguns nacionalistes de tenir un estat propi. La política adulta no s’alimenta d’il•lusions particulars. I viure de manera adulta significa, entre moltes altres coses menys malagradoses, no reaccionar davant la irrealització dels desitjos privats com una criatura de quatre anys. A mi, per exemple, m’agradaria casar-me amb Natalie Portman o, encara millor, ser el seu amant, però com que no tinc res a fer, em limito a mirar les seves pel•lícules i gaudeixo de les seves esplèndides interpretacions.
Pel que fa al que dius de la tele, t’ho diré d’una altra manera. Jo estic en contra de la política de retallades dels drets socials, i si qualsevol televisió pública es posicionés descaradament en contra d’aquesta política, per molt que coincidís amb les meves idees també em semblaria un escàndol. I quant a això que dius de la “cosmovisió de la realitat pròpia”, em sona, senzillament, a allò de l’acudit del “mapamundi del País Basc”.
ResponderEliminarSobre els teus càlculs estadístics, la meva opinió ja està ben clarament exposada en el meu article.
El teu penúltim paràgraf és d’allò més inacabable pel que fa a les reflexions a les quals convida. Des de la meva posició, Xavi, en el cas català no hi ha “una lluita política i dialèctica entre dos nacions”, ni tampoc en el cas del nacionalisme espanyol del PP. Només hi ha els interessos d’unes elits polítiques i econòmiques que s’aprofiten de la bona o la mala fe (depèn dels casos) i de la ignorància alimentada per una sentimentalitat exacerbada i mancada de racionalitat d’una gent que serà immediatament bandejada del repartiment del botí un cop assolits els objectius. Vagin com vagin les coses, el que és impepinable és que la frustració de molta gent que s’ha apuntat de bona fe al carro de la independència serà d’una magnitud fabulosa. Aleshores vindrà el moment gloriós de fer de la necessitat virtut.
I, en fi, que t’apuntis a “l’independentisme pel tema econòmic” em sembla molt bé, el que no acabo d’entendre és com ho concilies, això, argumentalment amb la tremenda afirmació que fas en el mateix paràgraf: “Per mi i per molts el motiu únic i vertader és purament identitari, no ens sentim espanyols, estem farts d’escoltar projectes i veus homogenitzadores provenents del nacionalisme espanyol”. En què quedem: és la pela o és la identitat? En qualsevol cas, compte amb les temptacions metonímiques, d’altra banda tan habituals en la comunitat nacionalista catalana: que una part dels ciutadans catalans no se sentin espanyols no vol dir que molts d’altres no se sentin alhora catalans i espanyols, com ara jo. I on quedarem, aquests, quan culmini el procés “irreversible i democràtic” (déu n’hi do el rigor conceptual d’alguns patriotes) de la independència? Alhora, em permeto suggerir-te que miris d’afartar-te també una mica dels projectes i les veus del nacionalisme català, perquè vull creure que ets un independentista diguem-ne sincer (sense interessos ocults en les teves posicions polítiques), i si la meva sospita és certa els que ara s’han posat al capdavant de l’onada sobiranista et poden fer patir. T’ho dic bàsicament perquè la meva concepció de l’amor és radicalment oposada al masoquisme. El meu hedonisme no té límits i no accepta compatibilitzar l’amor i el patiment ni tan sols en dosis homeopàtiques.
Lamento no poder estendre’m tal com m’agradaria per matisar al màxim el debat. Abans d’acabar només vull afegir dues coses: 1) Malgrat la retòrica democràtica i de “bon rotllo” dels caps sobiranistes catalans, la seva naturalesa excloent és d’una rotunditat capaç d’estabornir un elefant: per a la comunitat nacionalista només hi ha una manera de ser un “bon català”: ser nacionalista; i 2) Gràcies, des de la discrepància, pels teus comentaris al meu article.
En primer lloc, vull expressar la meva alegria perquè hi hagi en aquest debat almenys una opinió discrepant. Significa que Constelación pot, malgrat sia en grau ínfim, respondre a les expectatives d’una veritable tasca de debat i crítica. Dit això, exposaré el que trobo feble i contradictori en el raonament de Xavi Moreno —i també el que trobo parcialment encertat.
ResponderEliminar(1) Dius que l’article de J.M. Cuenca és ofensiu i despectiu. Potser sí; és un tema que ell mateix ha plantejat en una entrada posterior (“Sobre la eficacia comunicativa”), i que ha generat una incipient discussió, a la qual remeto, sense afegir res de moment.
(2) El tema principal de l’article de Cuenca és: que un mitjà de comunicació públic s’alineï explícitament i descarada a favor d’un projecte polític particular, faltant a les més elementals normes deontològiques del periodisme, l’objectivitat i la imparcialitat (i vull dir que ni tan sols es preocupi de fingir-les). Si no he entès malament, Xavi, el que dius és: (a) que la cosa és habitual o normal, conseqüència ineludible de la mercantilització a ultrança de tota la vida pública, i (b) que en aquest cas concret, tanmateix, no es tracta de manipulació i mercantilisme (o “adoctrinament”, dius), sinó d’una “cosmovisió de la realitat pròpia des de cada territori”. Jo dic: el cas general (a) podrà considerar-se tan habitual o normal com es vulgui, però en general no és tan descarat, tan poc subtil, tan totalitari com en l’ús de la TV pública catalana en favor de l’independentisme. Una cosa és distorsionar o manipular la informació posant més o menys èmfasi en unes notícies i mitigar o silenciar d’altres, i una altra és que els periodistes que tenen la tasca d’informar sobre les opinions i fets esdevinguts facin servir el mateix llenguatge i adhereixin explícitament i entusiàstica les mateixes proclames i declaracions d’objectius que una colla de polítics qualssevol. Em costa creure que no sigui evident per a tu l’exclusió tàcita que implica la manera de fer servir expressions com “nosaltres els catalans” (o “el poble català”, o “Catalunya”, etc.). Literalment el subjecte d’aquestes expressions no m’exclou, però sí el seu esperit, perquè volen dir “els catalans que no ens sentim espanyols”, “els catalans independentistes”, etc., com quan l’expressió “wir Deutschen” no volia dir, en boca dels nazis, “nosaltres els alemanys”, sinó “nosaltres els nacionalsocialistes”…
Però el que sobretot no acabo de pair és això de la “cosmovisió pròpia d’un territori”. La prosopopeia és molt xocant; encara i acceptant que, com a metàfora, es refereixi als habitants d’un territori, ¿com pots estar segur d’haver seguit una trajectòria mental correcta, si jo i molts altres som també habitants del mateix territori i no compartim aquesta pretesa “cosmovisió”? Si, com tu mateix reconeixes, aquesta cosmovisió “evidentment no és homogènia”, ¿pots justificar que TV3 expressi aquesta “identitat” d’un “territori” com si ningú no pogués discrepar-ne? Tornem de (b) a (a): el cas de TV3 no s’explica per cap fenomen “cultural” distintiu: és un cas comú de manipulació política.
[Continuació del missatge anterior.]
ResponderEliminar(3) Tema majories. Les teves paraules m’han semblat aquí encara més contradictòries. Admets que l’expressió democràtica institucional —malgrat els mètodes imperfectes, la manipulació, la desinformació, etc.— “és el mitjà emprat per resoldre els problemes sense arribar als punys”. Però dius que “un 20% en un referèndum no vinculant” et sembla “un resultat electoral suficientment lloable”, després d’haver-te queixat —amb raó— que “amb un 30% dels vots un partit obté majoria absoluta”.
(4) Només en una cosa no ets contradictori, i fins i tot t’haig de donar la raó: que el motiu únic i vertader del teu independentisme és que no et sents espanyol (per cert, Josep Maria ha llegit malament una de les teves frases, on dius que el motiu del teu independentisme no és el tema econòmic). Però alhora que et dono lo raó lamento que no sigui un tema sobre el que puguem opinar fecundament i racional. Això és tan ociós de discutir com el fet que, per exemple, jo de vegades m’hagi sentit francès, almenys en l’il•lusori “sentit” que m’hauria agradat créixer parlant la llengua de Voltaire i de Robespierre i haver compartit tertúlies filosòfiques amb gent com Diderot o Sartre; d’altres vegades m’he sentit argentí, imaginant-me un paisà de José Ingenieros o Aníbal Ponce, i d’altres he volgut ser xinès per xerrar amb altres xinesos, en xinès mandarí, sobre Zhou Enlai o Mao.
La cosa no va així. “Sentir-se xinès”, en el sentit d’estimar la tradició musical xinesa, o el teatre i la poesia xinesos, o la gastronomia xinesa és tan possible per tothom com sentir la mateixa inclinació a l’estudi de qualsevol altra cultura: això és justament la “cultura” en el sentit subjectiu (ser un home culte, estudiar la llengua, la història, la ciència, etc.). Ho podria fer jo, sense que calgués renunciar a la meva nacionalitat política, als meus drets com a ciutadà espanyol, al meu dret a que l’Estat em protegeixi. El que no puc digerir és això de que “sentir-se català” equivalgui a sentir malvolença envers Espanya o envers l’hispànic, i sentir-se obligat a destruir l’Estat que ens empara. No em sorprèn que algú pugui ser tan audaç com per colar-se en el Metro sense pagar, o per saltar-se un semàfor vermell; però que sigui tan brau com per no tremolar davant la idea d’un terrabastall tan dramàtic com la invasió o la secessió d’un territori, em sembla un cas d’imprudència apoteòsic. Que qualsevol dels meus veïns pretengui que a partir d’ara hauré de tractar, diguem-ne, els meus parents d’Almeria o els meus amics de Valladolid com a estrangers —i ells a mi—; i pitjor encara, que “sentir-se català”, si és que vol dir ser independentista, equivalgui a considerar els catalans no catalanistes com una mena de traïdors, de botiflers, escòria d’enemics insofribles. Tal com jo “ho sento”, els únics enemics perillosos (de la pau social, de la convivència, de la veritat, de la cultura) són els separatistes.
Gràcies a Alberto (per fer notar que efectivament he llegit malament l'inici de l'últim paràgraf dels comentaris de Xavi) i disculpes a Xavi per haver-lo llegit malament en el passatge en qüestió. El meu descuit ocular, però, només invalida la contradicció que he derivat de la meva lectura deficient, tanmateix no afecta, com és obvi, l'essencial dels meus comentaris.
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