21 de octubre de 2012

Lo invisible no es necesariamente silencioso y puede ser muy bello

Josep Maria Cuenca

Rosa, la cantante del grupo H de Ada.
El pasado 20 de octubre asistí a un concierto que el grupo H de Ada dio en la sala Circus de Cerdanyola del Vallès. Fue una experiencia grata y emocionante, al tiempo que me indujo a reflexionar acerca de las condiciones en que intentan hacer su camino al andar algunas gentes del así llamado mundo de la cultura que poseen talento pero carecen de medios. Que es, sin duda, el caso de los H de Ada. Este grupo de seis componentes cuenta con poco más de un año de vida y algunos de sus miembros se han incorporado a él hace sólo unos meses. No son profesionales, pero tienen calidad para serlo. No tienen facilidades para disponer de un local de ensayo, pero lo han conseguido. No les sobra el tiempo, pero lo encuentran para poder satisfacer su deseo de sentirse músicos. Ahora mismo buscan su público y no es ningún disparate suponer —poéticamente, por así decirlo— que alguien está esperando descubrirlos sin todavía saberlo.
H de Ada compone música pero no escribe letras. Hace versiones de poemas de muy distintos autores: Jorge Luis Borges, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Miquel Martí i Pol, Miguel Hernández, Gabriel Ferrater, Charles Bukowski, Pablo Neruda, Luis García Montero, José Agustín Goytisolo, Ángel González, Mario Benedetti… La heterogeneidad de sus elecciones textuales se corresponde con una heterogeneidad sonora que quien los escucha agradece porque garantiza ahuyentar la monotonía o el aburrimiento. Cierto es que, tarde o temprano, los H de Ada deberán atender un asunto pendiente: cohesionar, tematizar, dar coherencia global a su repertorio. Pero ahora mismo no se trata de una tarea urgente. Ahora la prioridad es cohesionarse como músicos, cohesionar sus sonoridades.
Y ¿cómo podrían describirse las sonoridades de H de Ada? Asunto complicado debido a su considerable eclecticismo. Como etiqueta genérica (y en consecuencia tan precisa como imprecisa) puede afirmarse que hacen pop-rock escasamente eléctrico, pero son constantes las incursiones (o excursiones) rumberas, folkeras y de muchos otros palos más o menos identificables.
En mi opinión, el rasgo más notable y meritorio de la música de H de Ada tiene que ver con la forma con que el grupo suele superar una dificultad implícita en cualquier musicación de un buen poema: concebir un ritmo instrumental que no desintegre el ritmo verbal que el poeta atribuyó inicialmente a su composición. No es algo en absoluto sencillo, ni algo que se pueda resolver de modo airoso mediante una mera yuxtaposición de ritmos, es decir, subordinando la musicación al ritmo verbal. Semejante procedimiento conduciría, poco más o menos, a una recitación con acompañamiento instrumental. Y H de Ada, por fortuna para todos, está muy lejos de hacer algo parecido a eso.
H de Ada está compuesto por dos guitarristas (Toto y David), un bajo y voz auxiliar (Jordi), un batería (Xavi), un teclista (Rod) y una cantante cuya voz brilla por sí misma de un modo dulce y ondulante (Rosa). El grupo combina la pericia técnica y la sensibilidad con una solvencia que ya la quisiera para sí el Ministerio de Cultura o la Conselleria homónima de la Generalitat. Es lo que hay.
En este momento H de Ada habita todavía en la emboscadura, en la invisibilidad, pero ya prepara con ilusión su primer disco y, con algo de suerte y mucho picar piedra, tal vez logre un público que le permita el acceso a una existencia lo más alejada posible del rotundo voluntarismo movido por la ilusión de hacer lo que se desea hacer aportando algo bello a los demás. Ojalá que les vaya bonito.




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