4 de noviembre de 2012

El negocio del agua en Cataluña

Constelación

El agua es, con el aire, la sustancia más decisivamente vital, no sólo para los hombres, sino para toda especie. Apenas tres días puede durar un individuo sano sin ingerir una gota del diáfano líquido de la vida. Pero no hay que alarmarse por lo exiguo de este perentorio plazo, porque en el planeta hay agua de sobra, no sólo para los 7.000 millones de almas que ahora lo pueblan, sino para una cantidad de bebedores inimaginablemente mayor. Ahora bien, las infraestructuras para distribuir este recurso a esa inmensa población son enormes y han de estar bien diseñadas. Aunque nuestros pantanos rebosasen, se podría producir una catástrofe si simplemente se descuidase el mantenimiento de las obras realizadas para su distribución, ni más ni menos que si acaeciese una severa sequía en una economía tradicional en que el agua se obtiene sin esa mediación tecnológica. De aquí que la explotación de este recurso natural sea, en la mayoría de los países, una responsabilidad pública. No sucede así en Cataluña, donde los trapicheos capitalistas alcanzan ahora a este supremo bien vital y público, como denuncia la Plataforma Aigua és Vida en el siguiente texto: “Ens parlen d’Estat propi i es venen el país” [Acordem: Justícia econòmica global].

15 comentarios:

  1. Los chanchullos de los capitalistas depredadores no tienen límites ni fronteras. El desmantelamiento de las estructuras de Estado es el destino inevitable de la voracidad capitalista, y si ahora los nacionalistas catalanes quieren ellos mismos “dotarse de estructuras de Estado”, eso no quiere decir que pretendan recuperar ni un euro de los bienes públicos, sino que quieren repartirse de otro modo los beneficios de lo que quede por desmantelar. Ahí tenemos a esa legión de leguleyos, ideólogos y políticos corruptos trabajando a marchas forzadas como los ejércitos de orcos al mando de la Mano Blanca en un brutal ataque a Minas Tirith. Las leyes que tenemos ya permiten el saqueo del Estado, lo cual no impide que se haga también por medios ilegales; el negocio del agua sigue la estela de otras corruptelas que ya han salido luz (el caso Palau, Abertis, el expolio de la sanidad catalana investigado y denunciado por Cafè amb llet…); la acumulación de agresiones está llegando a la masa crítica explosiva. Privatizar hasta los más necesariamente públicos servicios del Estado, entregándolos a la explotación capitalista, es en efecto “vender el país”. No sólo porque las empresas a las que se vende sean monopolios con capital extranjero, sino porque, aunque éste fuese nacional, se entrega de todos modos a intereses privados la explotación de recursos públicos. En esto no se distinguen los liberales nacionalistas de los no nacionalistas. En sus cálculos no entran jamás los “costes sociales”, como exige Stiglitz, sino simplemente los beneficios privados e inmediatos, contantes y sonantes.

    Frente a este salvaje asalto de orcos, que amenaza con aniquilar por completo el derecho a vivir, necesitamos una nueva organización combativa, con un proyecto de orden social distinto, socialista, un nuevo poder. En suma, un Frente Cívico (tipo Front de Gauche francés o SYRIZA griega) que se presente como alternativa de poder, y que presione para la adopción de políticas keynesianas, de defensa de la economía nacional y los intereses públicos, como en Venezuela o Argentina. Todos los movimientos de resistencia dispersos, como éste de la PAV, el 15-M, el Frente Cívico “Somos mayoría”, etc., deberían confluir en una contraofensiva anticapitalista; el dilema vuelve a ser, como en tiempos de Rosa Luxemburg, socialismo o barbarie.

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  2. Marx descubrió en las contradicciones de la realización de la plusvalía el ineludible destino destructivo del sistema capitalista. En su radical, riguroso y filosófico análisis de la mercancía, era indiferente la clase de mercancía-cosa con que se tratase; el mercantilismo anula el valor de uso, la materialidad, objetividad y funcionalidad propias, naturales, de los objetos, para convertirlos en puras expresiones cristalizadas del “valor”, o sea que lo reduce todo al dinero. Y como la producción es social, interdependiente y objetivamente solidaria, pero la apropiación es individual y concurrente, no puede pasar mucho tiempo sin que se produzca una tremebunda conmoción destructiva como la que ahora padecemos, porque paulatina y cumulativamente unos pocos van apropiándose de todos los medios de vida (el 1% del que suele hablar Stiglitz). Bueno, la verdad es que para el análisis de la plusvalía era imprescindible distinguir al menos varias clases o ámbitos de lo mercantil, principalmente: el trabajo (fuerza de trabajo), el suelo y el capital. Polanyi, sin abandonar el territorio de la alta teoría, distinguió quizá más claramente —con un toque sociológica e históricamente menos abstracto— entre los tipos de mercancías que juegan un papel determinante en la generación de cataclismos bajo el régimen general de producción de mercancías. Polanyi no llegó a la conclusión de que cualquier sociedad mercantilizada o monetarizada generaría crisis destructivas, sino sólo aquellas que, como la capitalista actual, mercantilizasen absolutamente tres clases especiales: el trabajo, el dinero y el suelo. Pues bien, ahora parece que habrá que añadir el agua a esta tercera clase. (Ya Gorbachov enfatizó hace años este problema del agua a nivel mundial, y pronosticó que en el futuro las grandes batallas y guerras serían por este líquido elemento —como en Quantum of solace.)

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  3. Alberto, me interesa en especial el comentario que haces sobre la necesaria unión de las izquierdas en un proyecto único definido. No soy un gran lector de historia, pero creo que las izquierdas han ido uniéndose y desuniéndose a medida que aparecían y se volatilizaban sus grandes objetivos: el capitalismo, por supuesto, siempre está en primer plano, pero a finales del XIX el objetivo era el capitalismo liberal de las naciones-imperio, luego vino el fascismo y más tarde Vietnam y el neoliberalismo... ¿Crees que un agrupamiento, una "cuarta izquierda para el Cuarto Reich", debería cristalizarse a gran escala, esto es, en lo que defines como "contraofensiva anticapitalista", o quizás habría que revivir el "fantasma" de la socialdemocracia sin el contrapeso de la URSS? Esa contraofensiva, para llevarse a cabo, necesitaría de una izquierda global cuyo poder estuviera fundamentado en los estados, y los estados, por lo menos los "occidentales", se han hecho fuertes (hasta hace dos telediarios) a través de la socialdemocracia; es por eso que quizás es a ésta a la que habría que defender. Entiéndeme: sé que la socialdemocracia no nos ha llevado precisamente al borde de una destrucción del capitalismo, pero sí a una regulación, a un equilibrio. Cuandos hablas de esa contraofensiva, entiendo que hablas de algo más general y formidable, en el sentido revolucionario que muchos de mi generación crecimos sin creer y que ahora estamos revisando. Defender la socialdemocracia sería defender, entre otras cosas, el agua, la tierra, todo lo básico, protegerlo de la avaricia y la hijoputez de los Reyes Artur i els seus Grials, esto es, president i amics, presidente y amigos, président et ses amis, The President and His Friends, and so on, and so on... Es decir, luchar contra los estados a favor de los estados. ¿Va en esa línea la expresión contraofensiva anticapitalista, o estamos hablando de algo más en la línea del marxismo puro, lo cual podría deducirse de tu segundo comentario? Gracias, Alberto.

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  4. Tremenda, compleja e importantísima cuestión ésta que planteas de la socialdemocracia, y que deberíamos abordar a fondo en alguna ocasión a propósito. Cuando escribí ayer quise ser deliberadamente lo bastante elíptico —y peor aún, esquivamente retórico— para poder obviarla. Pero es mejor que vaya asomando el morro. Yo no creo en la socialdemocracia del siglo XX. En mi opinión, la I Guerra Mundial es el punto de inflexión histórico en que se demuestra que los postulados de la II Internacional han fracasado y no pueden ya servir eficazmente en la lucha por el socialismo. Las razones de esa estenosis política de la socialdemocracia son múltiples y complejas, y habrá ocasión de analizarlas. Aquí me voy a limitar a juzgar muy sintéticamente el papel de la socialdemocracia, a partir de la II Guerra Mundial, en la construcción del Estado del bienestar, que es el mérito que se autoatribuye. Es cierto que la naturaleza de un tipo de Estado democrático garante de gran parte de los derechos sociales es esencialmente socialista, pero no es cierto que todas esas conquistas jurídicas, económicas y políticas se hayan realizado gracias a los partidos herederos de la II Internacional. De hecho, incluso los liberales estuvieron interesados en asegurar unos mínimos e bienestar social. ¿Para qué? Sencillamente, para contrarrestar la influencia del socialismo real. Por más “burocráticamente degenerado” (Trotski) y hasta “burgués” (Bettelheim) que en efecto fuese el imperio soviético, fue gracias a su misma existencia que las reivindicaciones de clase de los trabajadores pudieron y tuvieron que ser admitidas en los países capitalistas. Hasta individuos tan inequívocamente conservadores como Huntington (cf. sus célebres análisis en el primer informe de la Trilateral, The crisis of democracy: Report on the governability of democracies to the Trilateral Commission, 1975) admitieron que, de no asegurar unas condiciones de vida lo suficientemente justas e igualitarias, sería inevitable una revolución comunista en Europa. (Estos objetivos no los albergaban los imperialistas para otras partes del mundo, y así, en el mismo período, su política más lógica en Hispanoamérica, por ejemplo, era el aplastamiento brutal de toda resistencia socialista mediante dictaduras militares.) Hoy las cosas han cambiado mucho, pero esta nueva situación internacional no desmiente lo que acabo de afirmar para el período de los tres decenios posteriores a la II Guerra Mundial. La vanguardia, la principal fuerza social en la lucha por el Estado del bienestar, directa e indirectamente, fue el movimiento comunista internacional, no la socialdemocracia —aunque fuese ésta la que se atribuyese los méritos de lo conseguido, en lo esencial sin su ayuda.

    Que el objetivo perentorio e inmediato ahora no sea la transformación socialista, sino la recuperación del Estado del bienestar, de la hegemonía del pensamiento socialista, y hasta del keynesianismo, no quiere decir que para ello debamos confiar en los partidos socialistas —y ni siquiera en los comunistas—, que fueron más pasivos aún frente a la destrucción de ese Estado de lo que habían sido en la lucha por democratizarlo. Todas esas organizaciones tradicionales de la izquierda, en mi opinión, son lastre, aparatos obsoletos, completamente imbeles, corrompidos —“abuguesados”, como se decía antaño. En lo que yo confío es, cierto, en un programa socialdemócrata, de mínimos, pero no en que dicho programa pueda ser liderado por las organizaciones impotentes que, por pura nostalgia, aún dicen adherir al mismo.

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  5. Confío en que se llegue a imponer la necesidad de aglutinar a todas las corrientes anticapitalistas, pero no a la manera de los viejos Frentes Populares, donde cada uno de su componentes representaba a una fuerza eficaz, orgánicamente consolidada, socialmente representativa y con unos objetivos distintos y bien definidos, sino en la forma de una disolución completa de esos vetustos e inservibles aparatos, para construir una nueva forma de organización, poderosa, cohesiva, con voluntad de poder, con programa, con organización, orgánicamente consolidada, centralizada y democrática. Los Frentes Populares eran uniones tácticas, temporarias, en las que tarde o temprano los partidos componentes marcharían cada uno por su lado, una vez superada la situación que los hizo necesarios. En el nuevo movimiento en que pienso se trata de todo lo contrario, de la completa aniquilación de esas organizaciones obsoletas. Y ¿quién creará ese nuevo movimiento? Creo que está claro: una mitad del mismo la integrarán los miles de militantes y dirigentes de esos mismos partidos de izquierda que han de desaparecer, personas con tesón, formación y teórica y dilatada experiencia de organización, que sienten desde hace mucho que los partidos en que militan son inocuos, y que permanecen adheridos simplemente porque aún no creen en el milagro de una V Internacional —o una Cuarta Izquierda, como dices. Los ejemplos de SYRIZA y el Front de Gauche ha marcado el camino a seguir, el ejemplo a imitar.

    Lo que digo parece la mera expresión de un piadoso deseo, pero prefiero creer que se trata de la identificación sociológica de un fenómeno cierto e irrefragable. He olvidado mencionar la otra mitad de la cantera de líderes que habrán de construir ese nuevo movimiento: junto a las personas con amplia experiencia dialéctica y de organización que aún militan en los actuales partidos de la izquierda, contaremos con una cantidad similar en quienes han ido abandonándolos, por sentirse completamente defraudados por su evidente corrupción e ineficacia.

    Y otra observación puedo hacer en favor del carácter no veleidoso de mi idea: que hasta en el mismo lenguaje usado en movimientos e iniciativas tan parciales como ésta de la PAV y otras, podemos descubrir fácilmente un hálito íntegramente anticapitalista, una concepción teórica, una conciencia general de que se trata de cambiar todo el orden social, y no sólo de contrarrestar tal o cual deterioro parcial. Me parece que estamos en el momento en que podemos recuperar el lenguaje íntegramente socialista y revolucionario, la claridad y la contundencia de todos los ideales comunistas. De hecho, hay muchos que, en el mismo camino, hasta recuperan los hálitos jacobinos. Y creo, por ejemplo, que, en el caso de Cataluña, incluso una organización tan precaria, invertebrada y escasamente definida en sus objetivos como ese partido de neófitos que es Ciudadanos, puede deslizarse naturalmente hacia la claridad socialdemócrata de ese necesario Frente Cívico; se lo permite su frescura, su falta de lastres y ataduras a unas tradiciones marchitas (porque —no lo he dicho, pero hay que sobreentenderlo— ese movimiento anticapitalista no puede ser un movimiento “obrero” como antaño, sino uno fundado en los intereses más generales de la mayoría de los estratos sociales, incluyendo a los profesionales liberales y a los pequeños y medianos empresarios). Pero ninguna medicina puede regenerar ya el cuerpo enfermo y senil del PSOE, o de IU…

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  6. Lo que está claro es que cada día que pasa se hace más diáfano el futuro objetivo común de una supuesta agrupación mundial de la izquierda. Como siempre, los desmanes de los ricachones y de sus colegas que ocupan escaños han vuelto a triunfar. Eric Hobsbawn dijo en una entrevista a El País que 2011 le recordaba a 1848: un año oscuro para la revolución, por la Farsa que de forma tan jocosa y precisa describió Marx en su Luis Bonaparte. Si diéramos crédito a Hobsbawn tendríamos que aceptar que ninguno de los que hablamos en este momento acerca de estos temas verá con sus ojos siquiera los albores de un nuevo despertar revolucionario. Y sin embargo, el tiempo común, en el siglo XXI, parece estar hecho de goma: se estira y se encoge con gran facilidad, de tal manera que mañana o pasado podríamos ver con claridad fenómenos que nos hagan pensar en un movimiento social acelerado. Sin embargo, creo que cualquier movimiento social como el que tratamos de imaginar y describir pasa, en este momento, por el grado de desmantelamiento del Estado de Derecho al que estén dispuestos a llegar los neoliberales. Si en pocos años llegamos a ver algo semejante al control que ejerce sobre la población la Tyrell Corporation de Blade Runner podremos ser optimistas, aunque parezca paradójico. Si los gobernantes se dedican a dejarnos en un impasse, una especie de cobertura genérica hecha para facilitar únicamente la supervivencia y algún caprichete anual, lo veo crudo.

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  7. OPTIMSMO ABSOLUTO Y OPTIMISMO RELATIVO. —Tus palabras me hacen reflexionar sobre el tema del optimismo. Parece que hablar en estos momentos de la posibilidad de un resurgimiento del socialismo sea una muestra de ingenuidad y de pérdida de realidad. Pero considerar así las cosas no me parece pesimismo, sino derrotismo, creencia metafísica en imbatibilidad del capitalismo. Desde luego que vivimos la mayor ofensiva reaccionaria, que llevamos varias décadas de progresivo deterioro de los ideales socialistas, pero esta es una situación también decisivamente “crítica” en mi opinión: no sólo porque el sistema capitalista está en un punto álgido de su crisis (en el sentido puramente económico), sino porque necesariamente se genera una contestación, un malestar, una conciencia generalizada de que “algo va mal”, por decirlo con el tópico de Judt.

    Tu pesimismo se expresa diciendo que si llegamos a una situación como la de Blade Runner nos podríamos dar con un canto en los dientes. Pero si, como dices, los gobernantes capitalistas se propusiesen dejarnos en un “impasse”, garantizando un mínimo de cobertura social (“la supervivencia y algún caprichete anual”), es dudoso que pudieran lograrlo con sólo desearlo.Ahí tenemos a la Merkel pidiendo una tregua de cuatro o cinco años para contener el dique agrietado de este sistema. ¿Es ella “optimista”, o está expresando retóricamente su temor a una revolución? Todos los gobernantes capitalistas, y sus amos, sufre esa tiránica contradicción del quiero y no puedo. Si el capitalismo tuviese esa mínima virtud de regulación o control, hace tiempo que la habría demostrado poniéndola en práctica, como es su “deseo”: se habría impuesto mundialmente un régimen keynesiano; pero no, sigue siendo inconteniblemente monopolista e imperialista, y su empuje no se detendrá en la frontera tolerable de esos mínimos, su ataque al “derecho a vivir” es completo e innegociable. Como en la fábula del escorpión y la rana…

    Así las cosas, ¿cómo queda la cuestión del optimismo y el pesimismo? Opino que se transforma dialécticamente en otra clase de oposición: entre el optimismo absoluto y el optimismo relativo. Yo parezco optimista porque me atrevo a vaticinar la formación de una potente “Cuarta Izquierda”, de una V Internacional o de una “séptima generación” revolucionaria… pero mi optimismo es aún subjetivo, en el sentido de que mi participación en esas luchas se limita a la actitud pasiva del observador, a expresar mis criterios en este foro, y no a militar activamente en ninguno de los núcleos o movimientos parciales ya en marcha que pueden y deben confluir en aquélla, lo que revelaría un optimismo objetivo, inherente a toda praxis, con independencia del estado de ánimo personal. Los que promueven acciones y críticas —como ésta de la PAV, o la de los periodistas de cafeambllet.com, o muchos-no-todos militantes de partidos de izquierda, o del 15-M, o del Frente Cívico “Somos Mayoría”, o de Izquierda Hispánica, &c.— son inapelablemente optimistas, objetivamente optimistas, porque nadie consagra sus energías a una acción que considere condenada metafísicamente al fracaso (ni los numantinos, ni los prisioneros de Auschwitz que intentaron una rebelión, ni siquiera el romántico Brown, excandidato a la presidencia de los EE.UU., en su última acción suicida contra el régimen de terror de Duvalier, Baron de Samedi, en Tahití, en Los comediantes de Graham Greene: todos ellos depositaban su confianza en la eficacia y la necesidad de “hacer algo”, aunque en sus cálculos no entrase el sobrevivir personalmente).

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  8. Además, insisto en que el espíritu crítico que anima en estos momentos incluso a las acciones más parciales revela una conciencia de la necesidad de cambiar íntegramente el orden social. El texto de la PAV lleva el título “Nos hablan de Estado propio y se venden el país”, cuyo alcance político es mucho más amplio que la cuestión del agua, una generalización o inducción verdaderamente crítica y revolucionaria: se denuncia la táctica del gobierno de Artur Mas como una cortina de humo. Es evidente que en todas estas manifestaciones de resistencia y protesta participan quienes se oponen radicalmente al capitalismo. Y eso es optimismo objetivo. No importa si tienen la impresión de que sólo sus nietos verán aparecer sobre el horizonte una nueva aurora. Al fin y al cabo, nadie puede adivinar la fecha del Juicio Final… Así que no se trata, objetivamente, de la diferencia entre ser optimista o pesimista. Se trata de la diferencia entre un optimismo absoluto y uno relativo. Mientras estas manifestaciones de resistencia continúen aisladas y sin programa político común, sin Frente Cívico, estaremos en la fase objetiva del optimismo relativo; en cuanto empecemos a imitar al Front de Gauche o SYRIZA, habremos pasado a la etapa del optimismo objetivo absoluto.

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  9. No puedo estar más de acuerdo con tu caracterización de los optimismos, y es cierto que en este momento yo (y muchos) nos debatimos entre abrirle las puertas al optimismo relativo, no sea que luego lo tengamos más fácil para pasar al absoluto. Asimismo, creo que, como dices, si el capitalismo no ha generado ya las condiciones de su propia supervivencia sub specie aeternitatis, creando un régimen keynesiano, es porque es imperialista y depredador por naturaleza. Sin embargo, mis palabras acerca de la Tyrell Corporation iban en sentido contrario. Lo que más me preocupa no es que en pocos años veamos algo parecido en el mundo (algo parecido ya lo hay, me refiero a un fenómeno que se haga evidente a todos). Creo que si en pocos años el poder de las corporaciones sale a la luz, gracias al esfuerzo y riesgo de los optimistas absolutos, podrá haber una reacción social lo suficientemente fuerte como para ejercer de oposición. Pero lo que me preocupa es que los estados, impelidos por las corporaciones, creen un sistema, cómo lo diría, "subkeynesiano", un sistema de mínimos que permita un cierto disfrute de la vida a los ciudadanos (debería decir clientes), por supuesto lejos de lo que hasta ahora se ha llamado Estado del Bienestar.

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  10. Bona nit,

    Fa temps que us segueixo i sempre m'ha fet "molta por" fer qualsevol comentari veient l'erudicció que es respira (i que, tot sigui de pas, envejo sanament ...): quan sigui gran, vull ser com vosaltres :-) (sincerament)

    Però avui em decideixo a véncer aquesta por i dir-vos el que, humilment, penso.

    El que veig en aquest cas de l'aigua és d'una estupidesa absoluta: per què s'ha de privatitzar alguna cosa que està donant beneficis al sector públic? El mateix està passant amb la banca que fan pública per sanejar-la amb els diners de tots (com en el cas Bankia i, segur, algun altre que desconec) i tornar-la a mans privades (amb molt bones condicions: si tenen pèrdues poden recórrer a l'erari públic). No sóc cap experta (però els termes beneficis i pèrdues ens són familiars a tots) tanmateix quan em donen arguments entenibles i creïbles (o que entenc i en els quals puc creure): em convencen.

    Us passo un link sobre el tema de la banca pública: http://www.icariaeditorial.com/libros.php?id=1314, vaig anar a la presentació del llibre i els arguments defensats em van semblar prou clars i honestos ...

    Em sap greu no poder contestar els vostres comentaris al mateix nivell filosòfic: potser quan sigui gran ho faré! (sense conyes ... ostres! ara no sé si és pertinent, però pensava que potser hi ha més gent del meu nivell que té ganes de dir alguna cosa i no osa per la mateixa raó que jo...) :-(

    Bel Bordes

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  11. Hola Bel. Crec que no has de tenir cap por d'expressar-te a la teva manera. No pel fet d'incloure referències erudites els arguments són més convincents. Si jo ho faig és perquè aquestes referències recolzen els meus arguments com una mena d'autoritat, o com una muleta que aguanta el pes del text. Si segueixes Contelación, jo crec que el millor que pots fer és intervenir a la teva manera, i si hi ha alguna cosa que no has entès, preguntar sense embuts.
    Et passo (us passo a tots) un articlet de La Vanguardia que parla sobre la privatització de l'aigua. S'ha de tenir en compte el següent: es privatitza la gestió, no la xarxa. Això, que a primera vista pot semblar un atenuant, podria voler dir (estic investigant) que com a ciutadans pagarem part dels possibles desperfectes, i com a clients omplirem les butxaques d'Acciona y BTG Pactual (un banc brasiler i gran accionista de la corporació). Segurament algun dels col·laboradors del blog tindrà més informació que jo sobre privatitzacions en general. Salut.

    http://www.lavanguardia.com/economia/20121106/54354236087/acciona-red-suministro-agua-barcelona.html

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  12. És obligatori i grat donar-li la benvinguda a la Bel. La seva actitud és modèlica: és la que hauria de tenir qualsevol ciutadà aliè a la indiferència i a la grotesca preocupació per la pròpia "imatge" intel·lectual (o millor dir "fantasmagoria intel·lectual"). D'altra banda, cal afegir amb afectuosa indiscreció que va ser precisament ella qui va fer arribar a "Constelación" l'enllaç que ha donat lloc a aquesta entrada del 4 de novembre i, per tant, qui ha permès les intervencions posteriors. Gràcies, doncs, de forma doble.

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  13. En efecto, es estúpido privatizar los servicios públicos que arrojan beneficios. Otro tanto ocurre con el túnel del Cadí. El argumento del Govern es que, desprendiéndose del mantenimiento de estos servicios, disminuye las cargas de los contribuyentes y sanea el erario. Estúpido, como dice Bel, porque se trata de empresas públicas no deficitarias. E hipócrita, porque los capitalistas sólo compran al Estado las empresas que generan beneficios —para luego aumentarlos, haciendo pagar a los usuarios mucho más de lo que les costaba antes la parte alícuota de sus impuestos directos. También es evidente que hay muchos servicios públicos que no generan “beneficios” económicos (superávits), porque en rigor no es ése su objetivo (no son empresas), sino todo lo contrario: son un gasto necesario, sus beneficios son sociales, y es natural que estemos dispuestos a pagar impuestos por ellos. Además, el coste económico de los servicios públicos es, por su mayor optimación, mucho menor del que tendría en manos privadas. Ahí tenemos el ejemplo cumbre de la sanidad pública: en los EE.UU. los ciudadanos gastan, en media, casi el triple que en España en servicios sanitarios, y sin embargo su cobertura social no está garantizada a todos. Tony Judt ponía un ejemplo similar, el de la privatización de los transportes públicos durante el gobierno de la Tatcher en Gran Bretaña: pese a que los precios para los usuarios se elevaban a casi el triple que en Francia, sus servicios eran mucho peores, más lentos, menos frecuentes, con más averías. Las empresas que se hacían cargo de su explotación no destinaban ni un duro a mantener las infraestructuras. Si una empresa privada se hace cargo de una red de autobuses, eliminará de sus rutas los lugares pequeños y apartados en los que un vehículo recogería a uno o dos de sus ancianos habitantes, cuyos pasajes no costearían ni la décima parte del combustible gastado en esa “desviación”; a menos que el gobierno le subvencione, lo que significa, para la sociedad, pagar dos veces: se vende la parte del servicio que es rentable, y se subvenciona la que no lo es. Hacer grandes negocios de este modo es más que magia: el truco del almendruco, ¡ríete tú del Cristo reproduciendo panes y peces!

    Pero ahora es incluso peor: no sólo se acaban de privatizar los servicios que aún quedan sin ser deficitarios, sino que el falso argumento de la “austeridad” impone que aquellos otros que sí lo son —aunque necesarios y optimados— simplemente se reduzcan o desaparezcan. O sea que sólo los ricos tengan derecho a vivir, lo que sin duda parece una buena fórmula para ayudar a la naturaleza en su objetivo de hacer sobrevivir sólo a “los más aptos”; lástima que éstos no puedan vivir sin explotar el sudor de los otros. A los capitalistas les sucede como a la golondrina de Kant, que deseaba que no hubiese aire para poder volar sin fricción.

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  14. Me adhiero a los comentarios sobre la oportunidad de la intervención de Bel. No te preocupes, Bel, aquí no todos tenemos el mismo nivel intelectual que muestran Xavi López, Josep María Viola, Alberto Luque o Josep María Cuenca, para suerte de los lectores. Yo soy uno de los que disfruto con ese fragor sinaptico que a veces creo escuchar cuando leo una intervención suya. Es puro placer, y no me cuesta nada estar de acuerdo con ese "gozo intelectual" del que habla Jorge Wagensberg.

    No cabe duda que el asunto de las privatizaciones es muy preocupante. Sobre todo cuando vemos que se privatiza lo que funciona bien como empresa pública. Los ejemplos que habéis expuesto más arriba son suficientemente clarificadores, pero a mi me gustaría llamar la atención sobre algo que parece pasar desapercibido también.

    Una de las quejas, generalizada entre los nacionalistas e incluso entre algunos que no lo son, es el manido asunto del PER: ese subsidio a la persona que se ofrece en zonas donde el modelo productivo se basa en la agricultura. La queja es que esas personas que viven del subsidio, no buscan otra cosa que ocupar el tiempo en el bar (sicum dixit, Josep Antoni Duran i LLeida. Pues bien, aunque probablemente algunos decidan gastar su tiempo ahí, lo cierto es que es un subsidio a la persona que no tiene otra fuente de ingresos (alguien estará pensando "claro, pero algunos cobran el subsidio y están trabajando en negro", pero... ¿eso solo sucede en esos lugares? ¿Que está conteniendo en gran medida el estallido social?). Pues bien, yo quiero aportar algo aquí para la reflexión, y que está en línea con lo que se comentaba sobre empresas publicas/privadas: ¿tenemos la cifra de lo que la Generalitat, sus organismos correspondientes, están apoquinando a las empresas privadas? (no quiero pensar en las públicas mal gestionadas, ya que a alguien le parece más fácil venderlas que gestionarlas bien). ¿Conocemos todos los programas de subvenciones que van a parar a las empresas (no a sus empleados, mientras que el PER va directo al ciudadano) ¿y lo que hacen esas empresas con el "subsidio" que les aportan desde las arcas públicas?. No se si nos sorprendería mucho conocer que en bastantes casos se traduce en "saneamiento" a través de despidos. En el caso del PER, al menos sabemos que va directo a la persona (si en la administración no hay alguien con necesidades personales más acuciantes, pero esa es otra historia).

    Lo que quiero llevar a la reflexión, es que el malgasto de los caudales públicos se ejerce de muchas maneras diferentes. Que incluso hay modelos de despilfarro más agresivos que el puro subsidio al ciudadano. Que hay que gestionar bien lo público, sí, pero que si ponemos en la balanza las empresas privadas mal gestionadas y en otro platillo las públicas, ¡cuidado con el pié si lo tienes debajo del platillo de lo privado!

    Puedo deciros que tengo como alumnos a profesionales de las empresas (mayoría privadas) y puedo apreciar en vivo y en directo como se gestiona en sus empresas. Yo mismo he formado parte de ello, dirigiendo en empresa familiar y multinacional. Y puedo deciros que en un porcentaje alto, el modelo de gestión deja mucho que desear. A veces me pregunto si sirve para algo lo que les enseño: ya sabéis, la posibilidad de general ingresos sin renunciar a la ética y las decisiones justas, entre otras cosas.

    Poner fin a lo público es abandonar toda esperanza de mejora social y abrazar la desigualdad que provoca el interés particular.

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  15. "La Lamentable" ha publicado esto: http://lamentable.org/?p=6779, excelente complemento informativo a lo dicho aquí. Que después de todo esto, entre muchas otras cosas, CiU vaya a ganar las elecciones del 25 de noviembre constituye un asunto de reflexión de primer orden. En la línea de lo que suele decir Zizek: ¿cómo es posible que mucha, demasiada gente siga votando a sujetos y partidos que esa misma gente sabe que mienten e incluso que roban? Atender estas cuestiones es una absoluta prioridad.

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